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EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA. FRAY MANUEL DÍAZ BUIZA

3º domingo cuaresma


23 Marzo 2014

 San Juan 4,5-42. 

Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber". 

Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. 

 

Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva". "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?". 

Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna". "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla". Jesús le respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí". 

La mujer respondió: "No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad". La mujer le dijo: "Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar". 

Jesús le respondió: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". 

La mujer le dijo: "Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo". Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla contigo". 

En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: "¿Qué quieres de ella?" o "¿Por qué hablas con ella?". La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?". Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro". 

Pero él les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen". Los discípulos se preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de comer?". 

Jesús les respondió: "Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. 

Porque en esto se cumple el proverbio: 'no siembra y otro cosecha' Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos". 

Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice". Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. 

Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo". 

¡Que mala es la sed! Te puede hacer olvidar el gusto por la libertad, añorar la esclavitud y hasta murmurar contra Dios. Eso le pasó al Pueblo de Israel. La sed es tan mala consejera que llega a poner en duda si existe o no Dios.

Pero, el peligro de la sed saciada es también grande: nos quita las ganas de seguir caminando, de instalarnos, de hacer tan confortable el 'oasis' que se nos quite las ganas de seguir caminando. 

Dios no quiere ser el mero Señor de un pueblo satisfecho, Dios quiere ir tirando de su pueblo para arriba, ayudándonos a descubrir horizontes cada vez más abiertos, metas cada vez más altas. 

El encuentro de Jesús con la samaritana es un ejemplo de ello. Jesús sale al encuentro del hombre en su propio terreno, se acerca en pobreza, 'pidiendo agua ' después dialoga , conversa y entra en confidencia hasta mostrarle la gran verdad de su vida: 'has estado con varios hombres y sigues estando sola', sigues sedienta de comunión. 

Así es el encuentro con Jesús te hace desear algo que esté más arriba de lo que ya tenías, 'un agua que salta hasta la vida eterna'. Empieza a encender dentro de ella una luz, le despliega las alas que le llevará mucho más allá de lo que antes creía que deseabas hasta descubrir nuevos horizontes. 

Pidamosle al Señor que NOS PROVOQUE el hambre y la sed para evitar agarrarnos al pobre vaso de agua que nos da el poderoso de turno o caer en la trampa de los sucedáneos de 'agua ' de felicidad que ofrece esta sociedad. 

Tengo miedo que sea demasiado tarde, que Cristo se encuentre con una Iglesia que ha perdido la sed, satisfecha de si misma. Necesitamos que Él nos provoque la sed de un agua distinta y mejor: que lava, y que sana, y que da vida eterna. 

feliz domingo hermanos sedientossssss! 

!Paz y Bien!

 

 

 


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